martes, 30 de septiembre de 2014

No Hubo Despedidas.

Se marchó y no hubo despedidas, como reza una de las obras de Extremoduro. Tampoco las habrá más adelante. Nunca me gustaron, pero como he escuchado en un par de ocasiones, "crecer es aprender a despedirse". Me jodió realmente que se fuera y que simplemente dejara una nota, un par de párrafos en los que, por palabras, hacía las maletas y abandonaba mi tren. Siempre pensé que me merecía algo más que eso después de todo lo vivido, pero, ciertamente, ¿qué es lo que merecemos?. 

Creo que "un poco", para mí significó "mucho". Tal vez debido a la falta total de cariño y aprecio de esa otra persona que nunca llegó en mi vida. Una vez que crees tenerla, tienes que aprovechar como sea y que no escape. Es una oferta irrechazable porque no se da habitualmente. Porque no se da nunca. Pero hay veces, amigo, en las que no debes echar toda la carne en el asador, porque después, te quedas en bragas, como se dice en el lenguaje coloquial.

Lo eché todo, algo que desde el principio nunca vi en la otra persona. Cada uno tiene su personalidad, y ni mucho menos hay que esperar que el prójimo actúe como tú actuarías. Cada cual con su forma de ser y querer. Pero nunca me pareció tener suficiente recompensa por ese trato, esa dedicación, ese cariño a esa persona que tanto quería. Lo cierto es que nada de eso importa en el momento en el que estás viviendo los mejores momentos de tu vida. El amor es ciego, dicen.

Siempre me conformé con poco, y eso es algo que viví en esta relación. Disfrute de cada minuto, de cada instante, porque sé que la felicidad es pasajera e intermitente, y si no aprovechas esos momentos, después te arrepientes. Disfrutaba hasta de esas largas esperas de 20 minutos (mínimo), tan solo por ver cómo aparecía por el fondo de la calle. Volvía a mi casa con emoción y la música que llevaba en los cascos sonaban con más color que nunca. Daba igual la lejanía que debiera de recorrer hasta llegar a mi hogar, porque la disfrutaba. Daba igual el calor dándome en la cabeza mientras cruzaba el puente. Daba igual pasar frío en la bici de vuelta en invierno. Daba igual todo, menos ella.

Pero eso se esfumó, y si retrocediera en el tiempo y me volvieran a dar la posibilidad de elegir todo aquello que hice o deje de hacer, volvería a escoger y actuar de la misma manera. Sin miedo y con decisión. Qué razón eso que dice: "que bien se está cuando se está bien". Al igual que "si algo puede salir mal, saldrá mal".

Siempre le estaré eternamente agradecido, porque, al fin y al cabo, ha sido una de las pocas personas que me han querido de verdad, aunque su forma no me gustara demasiado. Pero sí, lo hizo. El recuerdo hace de las suyas, y días como hoy, con un poco de bajón, se echan de menos los buenos momentos. Aunque siempre retumba en la mente la no despedida, esa que desde el día que acabó todo me persigue en cierto modo. El fin de la relación no hizo honor a su buen comienzo, pero así son las cosas. Hay que aprender a ser frío y preparse a despedidas inesperadas. O más bien a esas despedidas que nunca se hicieron reales físicamente, pero sí moralmente.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Reconstrucción

Estoy a punto de comenzar un nuevo año académico. Vuelta a la monotonía y a la rutina, la cual costará volver a retomar después de un verano un tanto complejo y diferente. Volví a septiembre un año más a afrontar los dichosos exámenes, con unos resultados ciertamente insuficientes. Ahora toca apechugar con ello, y se avecina un curso difícil que no sé cómo afrontar. Cambios de horarios y sin mis compañeros de clase, cosa que aumenta la dificultad.

No sé cómo me adaptaré a esta nueva "vida", la verdad. No podrían estar las cosas peor, invadiéndome un desánimo total, tanto psicológico como físico. Un telón bastante oscuro delante mía, que no sé si al levantarse me encontraré un precipicio o un bonito camino hacia delante. Aquí desde luego tendrá mucho que ver mi comportamiento.

"Lo difícil es ser persistente y constante, y esa es la clave de todo. Un gol lo puede meter cualquiera, pero dejarse el alma en el campo y tener talento... eso lo tienen muy pocos. La vida es así.". Esto me lo decía esta mañana una de las personas claves en estos últimos años para mí. Un tío grande que sabe que con comparaciones "vida-fútbol" entiendo bastante mejor las cosas y me llegan mucho más. Al oírlo, simplemente le di la razón. Constancia y perseverancia, las claves del éxito, y por qué no decirlo: de la felicidad.

Últimamente ando fuera de sitio, no sé dónde colocarme para no estorbar o para ser útil. Esa infinita búsqueda que supone el encontrar tu sitio. Unos lo encuentran rápido, y otros como yo, ponen su empeño en ello, cuando en realidad, es el propio tiempo el que nos coloca donde debemos estar. El verdadero problema es tener la paciencia para ello, al igual que la ilusión. Esa que se parte tan rápido como se construye. Sin embargo, siempre se ven unos pequeños brotes verdes en este desierto. 

Hay que aprender que, a veces, nos toca subir cuestas con mucha pendiente, y otras en las que te dejas llevar y las cosas funcionan solas. No nos mal acostumbremos a estas últimas, porque son cortos periodos de tiempo... como todo lo bueno. Lo cierto es que debemos disfrutar de los momentos buenos e intentar sacar el lado bueno de los malos.

Espero que lo que se me viene encima me sirva de lección y aprendizaje. Mi padre siempre me ha dicho que los "Barral" seguimos el lema de nuestro equipo de fútbol: "dicen que nunca se rinde". Creo que jamás tiré la toalla, ni lo haré, ya que eso de luchar hasta el último minuto lo llevo en la sangre. Habrá que seguir adelante, sorteando obstáculos y sabiendo que aunque esta lucha es personal, siempre habrá gente alentándote.