viernes, 10 de mayo de 2013

El Inicio De Nuestra Nueva Vida.

Hace ya 7 años... sí, 7. Aquel 10 de Mayo inolvidable, el cual es imborrable. Un día que amaneció como esos días grandes, de sol, de primavera sevillana, pero muy diferente al resto de días. Era un ambiente alegre y nervioso a la vez, caracterizado por una impaciencia inexpicable, esa que recorría por nuestras venas desde que abrimos los ojos en nuestra cama esa magnífica mañana. Nos incorporamos y fue entonces cuando lo primero que vino a nuestra mente fue un escudo, una bandera, unas camisetas blancas con cordones atando el cuello y unos futbolistas, que no eran cualquiera, sino TUS futbolistas, los de TU equipo. Un Sevilla histórico que jamás había estado ante una situación así, con la gloria delante. Tú te sentías uno de ellos viajando a Eindhoven aunque estuvieras en casa, preparado mentalmente para el partido igual que uno de ellos. Esto sólo tiene una explicación: más que tu propio corazón, late ese escudo que tanto amas, que tanto aprecias.


Todos pensábamos que llegar a la final era un logro, un sueño cumplido, algo que ni nuestros padres y abuelos ni siquiera se hubieran imaginado. Después de lo que disfrutamos ese Jueves de Feria, en el que un chaval con una perilla y bigote al más puro estilo de El Zorro, disparó a puerta por todos nosotros, con el exterior del pie izquierdo a pase de otro chico, que parecía un duendecillo, rápido y con descaro. Así, a todos se nos inundaron los ojos de lágrimas de felicidad, de euforia, al ver que el sueño que estábamos viviendo, era realidad. Esa victoria que no sólo iba por nosotros, sino también por la gente que se fue de esta maravillosa vida sin haber disfrutado algo como lo que vivimos. Como bien sabemos, las mejores personas tienen un sitio en el Paraíso, porque aquí todo lo bueno se queda corto para compensarlas, y por eso, ese joven que metió el gol que cambió nuestras vidas, se fue a un lugar mejor, donde esperemos que esté siendo recompensado como se merece.


Yo no sé vosotros, pero particularmente, predecía algo grande. Sabía que el destino tenía algo bueno guardado para nosotros por todo ese trabajo que, durante meses, había realizado la mejor plantilla de la historia del Sevilla FC, y también, la afición. Entonces, llegó la hora del partido, sin uñas porque ya había estado toda la tarde comiéndomelas, así que afronte los 90 minutos agarrándome fuerte a mi silla. Me senté en el salón y ocupe mi sitio usual, al igual que mi padre y mi hermano. Mi abuelo también estaba ahí, como todas las tardes, pero esa tarde era diferente. Tenía una cara aniñada, con unos ojos de ilusión que no se pueden describir por aquí. Fue una situación inigualable.
Una vez posicionados en nuestras respectivas "localidades", con la 1 de TVE puesta en el televisor, vimos salir a los héroes que hicieron posible esa gran tarde. Vemos cómo Javi Navarro da la mano al capitán del Middlesbrough y al trío arbitral. Los nervios aumentan por segundos. A parte de tener la mirada puesta en los nuestros, también nos fijamos en el portero rival, Schwarzer, con una máscara protectora en la cara, y en un alto delantero, muy corpulento, llamado Viduka. Encontramos también a viejos conocidos como Rochemback o Hasselbaink. Entonces, dio el pitido inicial el árbitro Herbert Fandel, pitido que daría comienzo a la noche más grande de nuestra historia.


Empieza el partido y nos encontramos con un equipo bien situado y organizado, que parece que va a ser difícil superar, aunque eso ya lo sabíamos tan sólo con ver su semifinal tan sufrida contra Steaua Bucarest. Lo que no sabíamos es que los nuestros eran demasiado buenos en esto del fútbol y que pasarían por encima del rival. Vemos que nos acercamos poco a poco a la portería de Schwarzer sin éxito. De repente, me percato de que Juande (entrenador del Sevilla entonces) avisa a Alves para decirle algo... algo así como que tiene que colgar balones dentro del área. Y cómo no, tratándose del mejor lateral derecho del mundo, cuelga un balón exquisito en el minuto 26 que engancha de un cabezazo, también exquisito, del mejor ''9'' de nuestra historia, Luis Fabiano. Se desató la locura.


Mi padre gritó como nunca lo había visto, al igual que mi abuelo, y nos dimos un abrazo de esos que sólo este magnífico deporte puede proporcionar. Me puse a temblar cómo si tuviera taquicardia, intentando tranquilizarme pero era imposible. Estaba tocando el cielo con las manos. Tras tanta alegría concentrada, prosiguió el partido algo más trabado y costoso para los nuestros, pero ya sabemos que sacamos la Casta y Coraje cuando hace falta, además del buen juego que caracterizaba a este equipo. Llegamos al descanso con el 1-0 a favor, queriendo que los minutos y los segundos pasaran más rápido de lo que realmente pasaban. El Sevilla vuelve al terreno de juego con los ánimos que debía tener para traernos la copa a casa. Juande, gran lector de los partidos, realiza un cambio: Don Fréderic Kanouté (el que es para mí el mejor jugador de nuestra historia) entra por Saviola. Empezamos con ganas y con el paso de los minutos controlamos más y más el partido, y los ingleses, realistas, se dan cuenta que lo que tienen delante es ''mucha tela''. Seguimos jugando a lo que sabemos y en el minuto 73 entra Renato por ''O' fabuloso'', héroe hasta el momento de la final, y como resultado, 5 minutos más tarde, el italiano Maresca recoge un rebote que procede del portero rival a pocos metros de la portería y dispara con unas ganas que, si llega a coger la cabeza de Schwarzer, se la hubiera volado literalmente. Pero por si fuera poca la alegría y la euforia generalizada, vino un tercer gol, también de Maresca. Esta vez controlando con el pecho en la frontal y realizando un disparo cruzado que es inalcanzable para el pobre guardameta del Middlesbrough. Yo ya no me lo creía... ¡3-0! ¡Madre mía!


Mi padre con las manos en la cabeza, mi abuelo con los ojos encharcados y yo... bueno, yo... seguía temblando. La Copa estaba ahí, la estábamos montando en el avión para enseñársela a los aficionados que no pudimos viajar a aquella maravillosa ciudad de Holanda.
Justo tras meter el tercero, se realiza el último cambio y aparece en escena ese superhombre que apareció en aquel Jueves de Feria, para decir a través de gestos a sus compañeros que el partido estaba acabado, que estuvieran y estuviéramos tranquilos, que la Copa ya venía para casa. Pero bastaron 4 minutos para que el jugador más grande de nuestra historia, Don Fréderic Kanouté, dijera que no se iba de ahí sin meter un gol, el último de esa gran final. Enganchó un rebote de Schwarzer que provenía de un disparo con el exterior de Maresca (encima, se quería llevar el balón para casa) y como los buenos delanteros, no dejo escapar la oportunidad.


Este gol ya no sabía si cantarlo, si callarlo,... Kanouté haciéndonos un gesto de ''esto s'acabao, aquí queo'' y yo con ganas de ver a Javi Navarro levantar la Copa que nos merecíamos, no nosotros, los jóvenes aficionados, sino nuestros padres y abuelos que habían visto a su equipo año tras año siempre en un agujero negro de fracasos y penas. Aquí estaba su merecidísima recompensa.
Herbert Fandel pitó el final y la primera cara que vimos fue la de un joven Alves celebrando que ya teníamos la Copa. Entonces, se sucedieron los abrazos y las lágrimas de alegría entre los jugadores y también entre mi familia. Lo habíamos conseguido. La Copa era NUESTRA.

Entonces llegó el momento esperadísimo por tantas generaciones, y el eterno capitán, Javi Navarro, cogió la Copa y la alzó al cielo para que los de allí arriba la pudieran tocar y disfrutar al igual que nosotros.


Son momentos que nunca olvidaremos. Horas, minutos y segundos irrepetibles. Así fue cómo cambió nuestra historia, iniciándose una etapa de éxitos que nadie jamás hubiera soñado. Esto no era un sueño, era realidad. Comenzábamos nuestra nueva vida.

Pd: Gracias a todos los que lo hicieron posible.

1 comentario:

  1. Muy grande, Don Barral. Como siempre. Recuerdo aquel día como si fuera ayer... me has emocionado.

    Un abrazo, amigo.

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